
IMAGEN DEL STMO. CRISTO DE LA ESPERANZA
Publicado por
Gabinete de Prensa
viernes, 1 de enero de 2010
“Como era el día de la preparación de la Pascua , los judíos, para que los cuerpos no quedaran en la cruz el sábado, pues aquel sábado era un día muy solemne, pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas a los que estaban crucificados para después retirarlos.
Vinieron entonces los soldados y quebraron las piernas al primero y al otro que había sido crucificado con Jesús. Al llegar a Jesús, viendo que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le abrió el costado de una lanzada y al instante salió sangre y agua”.
(Juan 19, 31-34).
El excelente tratamiento de realidad idealizada que ofrece la anatomía, con una impecable culminación de líneas, alcanza sus más singulares aciertos en el busto del Redentor. Jesús se presenta muerto en la cruz, el paño de pureza queda sujeto a la cintura con varias vueltas y anudado a ambos lados de la cadera, la cabeza cae inclinada levemente sobre su lado izquierdo y se mantiene sujeto a la cruz arbórea mediante cuatro clavos, penetrando los superiores por las muñecas. La obra artística carece de corona de espinas y juego de potencias.
Continuando con la tradición de la escuela sevillana de imaginería, la sangre queda reducida a lo suscinto (las cinco llagas y en las heridas de la frente provocadas por la corona de espinas) sin hacer hincapié en los aspectos cruentos de la muerte del Señor. El rostro es bello y sereno, en el cual no se aprecia el rigor mortis.
La escultura por tanto nos ofrece los clásicos cánones de la imaginería andaluza para representar al Crucificado, cuyo objetivo es conmover al fiel presentándole a Cristo muerto pero sereno, sin ahondar en los aspectos físicos más dolorosos y moviendo a la devoción del que lo contempla por su unción y belleza formal.